El taxista culto

Volviendo a aparecer por estos lados, tal vez porque hace días estuve en un taller de escritura creativa, y me volví a conectar con el ejercicio de escribir sobre lo cotidiano, porque he estado escribiendo, pero material para mi tercer libro. En este taller, recibí diversas referencias de escritores famosos, de sus estilos y además varios tips sobre cómo obtener información para las historias y recordé que una de mis favoritas son los recorridos con los taxistas. Justo hoy cuando tenía todas las intenciones de ahorrar en transporte, en tiempos de crisis e inflación alta, el tiempo no me dio para hacer mis actividades del hogar y organizarme para salir temprano, así que solicité el servicio y a diferencia de los días anteriores, me asignaron móvil rápidamente, decía que estaba a tres minutos, corrí para terminar de alistar mis cosas y llegó antes de ese tiempo.

Cuando revisé, el señor llevaba dos minutos esperándome, muy apenada me disculpé cuando me subí, él muy tranquilo me explicó que estaba cerca, pero que acababa de dejar una de las peores carreras de su semana, me contó la historia, se desahogó, yo lo escuché y mientras tanto avanzamos hacia mi lugar de trabajo.

Después de unos minutos en los que no conversamos, yo escuchaba unas voces que se asemejaban a los sacerdotes cuando predican, pensé que tal vez él era una persona muy religiosa, tal vez cristiano. Luego, ubicó en el porta celular su dispositivo y fue ahí donde me di cuenta que estaba viendo un documental, la conversación dio un giro tremendo cuando me empezó a explicar de qué se trataba, y me dio una breve clase de historia.

En medio de la charla, mencionó que había estado en la Universidad, que había estudiado Arquitectura pero que esa carrera no le había dado, me comentó sus tres principales experiencias y que recibió como herencia de su padre una «mula», así había incursionado en el sector transporte, el cual le había permitido hacer su capital y estar tranquilo, tanto que rechazó una oferta de empleo en la Alcaldía de uno de los municipios del Valle de Aburrá.

Llegamos a mi destino, le pagué, y en vez de yo decirle, déjelo así con la devuelta, el me hizo un descuento en la carrera. Agradecí y pensé: «por eso hoy me debía venir en taxi».

La fantasía

Se habían conocido virtualmente de manera muy ejecutiva, la segunda vez que se vieron era una mañana lluviosa, perfecta para un café que les permitió quitarse el tapabocas y poder observar todo el rostro, ese día ella sintió una leve atracción, tal vez por su estatura, las canas, el estilo descomplicado o la contextura delgada, después de eso los encuentros se siguieron presentando de manera virtual y no trascendían a nada más, pero en la mente de ella si habían fantasías. Sin complicarse mucho, tuvo varios intentos para volverlo a ver, pero fueron fallidos, así que no insistió más. Tiempo después volvieron a hablar, ya no de trabajo sino de temas más amenos, a medida que las conversaciones se daban entraban en más confianza, o por lo menos ella se abría más, no solo con sus palabras. Como no había tiempo que perder, se arriesgó y le propuso un nuevo café, que se fue aplazando por culpa de las actuales incapacidades a causa de virus y demás. Solo quedaba una tercera oportunidad, la última y más arriesgada, decidió invitarlo a su casa con la excusa de recoger unos papeles y tomar un café, nuevamente el espacio se aplazó varias veces, la expectativa era mucha, el cosquilleo en el cuerpo pensando en que se diera el momento, era constante, hasta que por fin entró el mensaje: ¿puedo pasar ahora?, ella con algo de duda porque le parecía increíble y porque ya tenía otros planes le respondió que SI, se organizó cuidadosamente, aplicó crema en su cuerpo, loción, se maquilló como si fuera de salida y organizó su cabello, lo estaba esperando con lencería negra y una falda corta. Sonó el teléfono y era de la portería anunciando un visitante….que siga respondió, ya era un hecho, por fin se volverían a ver. Los primeros minutos fueron de conversación para romper el hielo, ella no se atrevía a tomar la iniciativa, creía que eran suficientes mensajes, las invitaciones, el apartamento, las conversaciones con temas directos y calientes, todo estaba puesto en la mesa, así que cuando ella se levantó para preparar el café prometido, él la siguió, la tomó por detrás, la giró y empezaron a besarse, lentamente recorrieron el espacio acariciando cada parte de sus cuerpos, el calor corporal se incrementó, empezaron a respirar agitadamente, algunos gemidos se escaparon, llegaron hasta la hamaca y ahí se tumbaron, ella encima de él, los movimientos eran dobles, los de la hamaca y los de ellos, él le quitó la blusa, empezó a besarla poco a poco y ella ya tenía la mano en su miembro, estaban muy excitados hasta que sonó el celular de él, hubo una pausa, miró y dijo: «es mi novia, tengo que contestar en otro lugar», ¿novia? se preguntó ella, pues ninguno había tocado ese tema hasta ahora, él se fue y no solo el café quedó pendiente.

La vida en un taxi

Salí de mercar los ingredientes para un jugo verde, al que le pudiera echar la moringa en polvo porque me pareció muy amarga en infusión. Normalmente me voy caminando para mi apartamento, pero el sol estaba algo fuerte y los paquetes un tanto pesados.

Él señor me estaba esperando, había acabado de colgar una llamada, me dijo: «como va de rápido este año!!!, yo necesito que se termine cuanto antes», ante lo que yo me reí y le dije, pero por Dios, si apenas estamos empezando, cuál es el afán, tómelo con calma. Y entonces me empezó a explicar:

Había nacido en otra ciudad, en Bucaramanga, se me hizo familiar porque es cerca de donde vive mi madre biológica, decidió venirse para Medellín dejando sus amigos y comodidad con el fin de estar cerca de su único hijo, pero casi con lágrimas en sus ojos se desahogó contándome que a duras penas lo llamaba, que por eso tenía que aprovechar cuando el celular sonaba y mostraba que era él. Le pregunté siendo muy arriesgada si era que había pasado algo entre los dos y me dijo que nada, solo que estaba separado de su mamá, pero que estaban en buenos términos. Él continúo expresando sus dolores, me dijo que en Diciembre su hijo había viajado a Bucaramanga, sin decirle a él, prefirió pasar con su madre mientras él se quedó aquí solo en fechas tan especiales, así que concluyó diciendo que ya había tomado una decisión, la cual era pagar lo que debía del taxi para poderlo vender y regresar a su ciudad con sus amigos, que tal vez lo valoran más que su propio hijo. Yo guardé silencio unos segundos, se me pasaron muchas ideas por la cabeza, como por ejemplo: ¿Por qué me llegaba esta historia a mí, si yo no tengo hijos?, ¿Qué pasaría si pudiera escuchar la versión del muchacho?, ¿acaso el señor estaba en posición de víctima?, en fin, al final terminé diciéndole que lo mismo que me estaba expresando era bueno que se lo expresara a él, para que lo pudiera escuchar y que si finalmente no había una buena razón, no dudara en acelerar las cosas para que pudiera irse a disfrutar con las personas que lo valoran, no sé si hice bien, terminé siendo terapeuta de un extraño, quien me reveló su vida en solo unos kilómetros de recorrido. Ahora que escribo estas líneas pienso que me hubiera gustado conocer el desenlace de la historia y no solo quedarme con los posibles escenarios de la mente de una escritora.

LA VISITA TRIMESTRAL

La última vez que se habían visto, ella estaba en baby doll sin haberlo planeado, quería dormir ligera de prendas luego de un día caluroso; finalmente durmió poco, pues él se animó a visitarla luego de ver una foto de sus piernas.  La noche empezó con besos contra el espejo, ella estaba tan excitada que hizo pequeños mordiscos y luego siguieron al cuarto.  Allí, con un ambiente de velas, luz tenue y música suave, él le pidió un masaje.  Ella tomó su aceite de lavanda y se sentó desnuda para empezar a acariciar su espalda, mientras observaba el tatuaje.  Poco a poco ambos cuerpos estaban muy calientes y lo mejor fue girarse, así, entre juegos de palabras sucias, gemidos y miradas, ella cometió el error de decirle que él le gustaba mucho, hubo una tensa pausa, siguieron con sus movimientos y finalmente sintieron una cargada explosión.  Ella no sabía que pasaría después, no habían hablado de esos sutiles detalles que parecen comprometer, así que decidió dejar que las cosas fluyeran, él se quedó a amanecer y al otro día, después de un café y un tímido beso se marchó.  Ella acostumbrada a un saludo posterior o al día siguiente, se quedó esperando intrigada pensando que habría hecho mal.  Tres meses después, entró el mensaje que tanto había esperado, con un simple “Hola” y así volvió a empezar todo, esta vez no hubo traje sexy, solo una minifalda de jean, comieron sin hablar nada de esa vez, solo de otros temas, luego tomaron algo para bajar la comida, él estaba lejos, en el sofá y ella en la barra, al rato él se acercó, se sentó en la silla que ella estaba, la cargó y empezó poco a poco a acariciar sus muslos hasta llegar a ese lugar vulnerable, los movimientos fueron tantos y tan buenos que ella ya había alcanzado su primer orgasmo, la ropa estorbaba, y la temperatura subía, no había tiempo de moverse a otra parte, ni de poner música, así que esta vez el escenario fue la cocina, ella de espaldas llegando a su segundo orgasmo mientras él también lo alcanzaba.  Luego de esa descarga, nuevamente se fueron a dormir al cuarto; a la mañana siguiente, se repitió la historia, café, beso tímido y un “te cuidas”, no hay mensajes, ni llamadas, inicia el conteo de otros tres meses.

La misión de las mascotas

Cuando estuve casada, por segunda vez, tuve la oportunidad de vivir la experiencia de tener mascota, me tocaron los últimos años de Moka, y así ella me preparó para aceptar la enfermedad y tener compasión y empatía (para conocer la historia completa compra mi libro: «Vivo y cuento» Dejar partir). Cuando decidimos aplicarle la eutanasia, que fue todo un proceso, yo pensé que a mi ex le daría algo, porque llevaba casi 15 años con ella, y realmente a la que le dio una sensación de vacío tremenda fue a mí. Él buscó en las redes y rápidamente encontró a Flora, con una historia de abandono muy triste, así que ella llegó a nuestras vidas a enseñarnos el cariño, la gratitud y la diversión, palabra que me cuesta interiorizar, más bien vivir. Cuando lo hago, es complejo no sentir culpa, fui educada en el esquema del culto a la productividad, a estar ocupada, y con los años he aprendido que esto está mal, todo se requiere en un justo equilibrio.

Ahora, extraño cada día a Flora, con el divorcio, ella se quedó acompañando a mi ex, dándole el amor que solo ellos pueden dar, y yo sé que su misión es esa, no puedo ser egoísta de quererla para mí, aunque él me haya insistido en muchas ocasiones que la sacara a pasear o la tuviera durante un fin de semana (custodia compartida), pero esto podría desestabilizarla, así que una vez más, aprendí a «Dejar partir», o más bien a «Partir».

La veo muy aliviada

Hace varios días salí con mi prima a un bar en Provenza (sector del Poblado), después de trabajar duro toda la semana, quería despejarme el viernes, como hacía rato no lo hacía, como era Diciembre el transporte estaba complicado, y empezamos a caminar, vimos un taxi esperando afuera de una unidad cercana y yo me le acerqué, me bajé el tapabocas, sonreí y él accedió a llevarnos. Yo pensé, siempre es que una sonrisa logra mucho, el problema fue que durante todo el trayecto el conductor nos investigó y hasta se iba a unir al plan, teniendo en cuenta que habíamos invitado a varios de su género y todos estaban ocupados o con miedo. El hecho es que, de tanto conversar surgió este post, porque hacía mucho no sentía ánimos para escribir, yo le conté sobre mis últimos diagnósticos, y él me salió con esta frase: La veo muy aliviada, tal vez, esté «Enferma su mente y su cuerpo, pero su alma está sana», Gina y yo, tuvimos un silencio extraño, y luego yo lo repetí en primera persona, enferma mi mente y mi cuerpo, pero mi alma está sana. Le dije, uy me mataste, esa frase está tan profunda que me dieron ganas de escribir, entonces ahí le empecé a hablar sobre mi otra faceta, nos olvidamos de la enfermedad, de los diagnósticos y nos centramos en lo bueno, en lo que disfrutamos, y así llegamos a nuestro destino, nos despedimos y hoy este es el resultado, cuando me vi en la necesidad de escribir una tarjeta para alguien cercano que está muy deprimido, y me pregunté, ¿qué se le puede decir a una persona en ese estado?, recordé a mi difunta prima Lina, y un texto que alguna vez leí de un siquiatra, donde decía que lo peor que pueden escuchar es «tienes que poner de tu parte», solo quienes hemos estado allí, sabemos el poder que tiene la mente para no dejarnos ser, así que me salió esto:

¿Qué dirían ustedes?

Alicia en la ciudad de las maravillas

Érase una vez una mujer que soñaba con disfrutar su júbilo, después de trabajar bastantes años como docente de niños de primaria. Después de unificar deudas y cambiar un poco su estilo de vida, logró darse ese regalo justo para la fecha de su cumpleaños. Durante ese proceso, decidió sacar la visa para Estados Unidos, pero lo hizo callada, sin contarle a su esposo e hijos, madrugó un día hacia Bogotá y regresó en la noche, ellos no sospecharon nada, porque era usual que ella se perdiera durante horas cuando acumulaba las vueltas para un solo día.

Los años pasaron y no se había dado la oportunidad de estrenar su visa, hasta que por cosas de la vida, su sobrina desesperada por volar para hacer dos procesos de duelo importantes, le propuso ir a Estados Unidos, propiamente a la gran manzana unos días y luego a Framingham en Boston. Ella muy emocionada, inmediatamente dijo SI, como si fuera una propuesta de matrimonio, aunque se enredó un poco para soltarle a su esposo que se iba del país porque hace un tiempo había gestionado la visa. Hasta el último día, su ilusión estuvo a punto de acabarse, pero solo por voluntad divina, el milagro ocurrió.

El lunes 27 de septiembre se subió al avión, rumbo a Nueva York, en vuelo directo, y llegó muy madrugada a enfrentarse a inmigración, filtro que fue demasiado fácil para ser su primera vez, tal vez por la experiencia que ya tenía su sobrina (que soy yo), luego su próxima aventura era tomar el airtrain, para luego conocer la línea E del metro y sus largas distancias entre una estación y otra.

Aunque era hora de desayunar, las maletas y la necesidad de saber si lograrían entrar a donde les darían hospedaje, se los impedió, y más bien, caminaron por las largas cuadras de Manhattan siguiendo las indicaciones para llegar a la portería del edificio, ese que está al lado del restaurante Il Postino, cerrado permanentemente por efectos de pandemia, desde ahí se empezaron a evidenciar las consecuencias de esa peste, aún en la ciudad con más movimiento económico por ser un país desarrollado y referente como potencia.

Mi labor, era empezar a tocar timbre por timbre, para ver desde cuál apartamento nos permitían el ingreso, y apenas, el sonido se activara, había que correr para abrir la segunda puerta, una vez logrado este asunto, seguía, sacar fuerzas para subir por unas delgadas escalas, hasta el cuarto piso.

«Hemos llegado», le dije, ahora sí, descansemos para luego dedicarnos a conocer. Y así fue, en la tarde de ese martes, el primer destino, fue Times Square y el museo de cera. No supe si era por el aturdimiento del viaje y las peripecias para poder sentirnos sanas y salvas, pero Alicia no se veía alegre para las fotos, ni se notaba cómoda en estos lugares. Esa noche nos fuimos a casa temprano, para encontrarnos con nuestra primer anfitriona y compartir, actualizándonos de los últimos sucesos, junto con un cóctel de kombucha, vino y una deliciosa tabla.

Al día siguiente nos fuimos para el Central Park y encontramos la escultura del famoso cuento de «Alicia en el país de las maravillas», aquí ella era otra, vibraba, sonreía sin parar, agradecía constantemente a Dios, por estar disfrutando ahora sí, su júbilo, abrazaba los tallos raros de los árboles, se acostaba en los pastos verdes y hasta cantó la melodía que el violinista estuvo tocando para un grupo de niños. Yo pensé, ¿será la noche de descanso que tuvimos, o este lugar tiene su encanto?

Entendí que mientras unos se asombran con la cantidad de pantallas y luces, otros, como ella lo hacen con la naturaleza, dejé que se tomara fotos con la escultura y que disfrutara cada rincón que pudimos recorrer del parque, porque sabía que este era el abrebocas para lo que venía, ella no disfrutaría del país, tanto como lo haría como con la ciudad que sería nuestra segunda parada, aquella donde yo, anhelo pasar mi júbilo también, o quizás largos periodos previos a este. Llegó el sábado, día de despedirnos de NY y tomar un bus rumbo a Boston, con una maleta más y con muchas expectativas, aquellas que se fueron dando un día a la vez, según el clima, según las ocupaciones de mis ahijados, que nombré mis padrinos en este nuevo ciclo de mi vida, y de acuerdo a lo que se fuera dando. No había necesidad de salir, en esa acogedora casa lo teníamos todo, el gazebo, la hamaca, el BBQ, el columpio, el bosque, la casa rodante, un yate, una huerta, un mini gimnasio, un cómodo sofá reclinomatic, la ternura de «Milo» la pequeña mascota, y el amor de mis amigos y sus hijas, hasta con la inquilina tuvimos buena acogida. Y aún así, la vida nos premió con poder salir a hermosos bosques, al paraíso a recoger manzanas, a la cascada a ver el atardecer, a «The Rock» a ver todo Boston y por último, a las afueras del estado para contemplar el efecto del otoño con el cambio de las hojas en los árboles, empecé a llamarlo «Toño», y repetía constantemente, Toño, Toño, que es esa belleza…

Ese último día, entendí que mi tía no era la única Alicia en la ciudad de las maravillas, yo también me había convertido en otra versión de «Alicia», esa que logró hacer el doble duelo, que vibró con el color y agradeció por la vida y por el proceso de sanación que ha estado recibiendo.

El baloto

El lunes en la tarde, estando en la zona de Belén de mi ciudad (Medellín – Antioquia), me enteré que debía pasar mis huellas digitales por el biométrico para culminar el proceso de solicitud de un crédito, le pedí al Asesor me esperara hasta las 7 p.m, teniendo en cuenta que era hora pico, que había lloviznado un poco, y esto hace que el tráfico colapse. Pedí un taxi por una de las aplicaciones disponibles y salí corriendo a las 6.40, obviamente no llegaría a tiempo a mi cita, entonces el conductor me sugirió una ruta alterna, lo que en mi región llamamos recovecos, yo le dije: «Señor, yo confío en usted, tome la ruta con la que lleguemos más rápido», durante el trayecto resultamos hablando de viajes, le conté mis planes y me dijo: «¿usted fue que se ganó el baloto o qué?», yo espontáneamente le respondí, no! pero me separé… aunque no me gusta hacerlo muy público, ya mucha gente de nuestro círculo lo sabe, el conductor se rio tanto que se ahogó y me dijo, está muy bueno ese chiste.

Luego, para mi sorpresa, él me dijo: «niña, (ante lo que me alegre porque estoy próxima a mis 42), yo estuve en Europa hace dos años con mi esposa y mis dos hijos y me salió muy económico, ¿usted quiere que yo le de tips?, y le respondí por supuesto, empiece, el camino se me hizo corto mientras él me relataba todas sus experiencias y aprendizajes, hice una lista de más de 30 puntos que almacené en google keep y que espero poder usar en el 2023, ahorrando desde ya. Estoy buscando compañeros de viaje que se le midan a la aventura de ir a este continente por un mes.

No me gané el baloto, estoy en proceso de duelo doble, pero no puedo dejar de vivir y hacer realidad mis sueños, así que Europa allá voy!!!

Historias de pandemia

Ayer pasé por una Tienda del peluquero y recordé que debía comprar una nueva pestañina, le dije a la vendedora: «necesito una de color negro y que me de volumen», ella fue y tomó una de pasta fucsia en el empaque…

Yo le dije a lo lejos, ve y esa cuál es que esa marca no la conozco. Ellas muy sorprendidas me dijeron: «cómo que no, es Vogue», entonces yo identifiqué que habían cambiado la imagen y que yo estaba un tanto desactualizada.

Decidí disculparme, atribuyendo mi despiste a la Pandemia, les dije, ah que pena es que llevo más de un año que no me maquillo los ojos y no uso pestañina, porque hago teletrabajo.

Ante lo que la vendedora me dijo…es verdad! No sé ponía uno calzones, ahora iba a pensar en maquillaje!!!

Yo muy sorprendida y con una sonrisa le dije uyy usted si me ganó, cuénteme como fue eso, pero ella achantada, decidió guardar silencio y seguir con su sonrisa cómplice y pícara.